13.9.11

Habité tu color


El amanecer nos encontró enredados

en una habitación sin color.

Palpitábamos purpúreamente entre sábanas

y por la ventana recortada,

horas blancas que abrazar se anunciaron.

Un sonido de tambores lejanos, de otra época,

nos despertó del sueño amarillo

a un día de zumo de naranja y cafés.

Cuando bajamos al jardín desplegado,

donde en la noche profunda

con voz azul de susurros,

habíamos hablado del mar,

la brisa ocre del otoño

meció tus cabellos rojos de sirena,

una y otra vez,

una y otra vez,

para yo admirar tal don.

Y tus ojos verdes, grandes como lunas,

que habían navegado tantos días grises

allí anidaron,

prendidos de nosotros y de la luz,

en nuestra casa habitada.

1.9.11

Amarillo

Siempre he sido incomprendido color.

Me tildan de representar la locura,

la embriaguez,

o el dinero.

Y sin embargo

sólo pretendo (y mucho)

ser de tu mirada, el sol,

de tu pelo, un bosque encendido.

Desesperadamente,

la razón última de todos nuestros días.

El frenesí que conmigo traigo,

es el de la creación pura.

Mi ebriedad duramente criticada

es beber champagne

cuando brindo por la sabia inspiración

y sus hijas.

Color pequeño quizá, de pocos amigos soy.

Del valiente que me tomó como fondo en su tapiz.

Del cauteloso que sólo me empleó por cortesía.

No me importa pues no entristezco.

Cierto es que en pocas ocasiones me dejo ver.

Amo en soledad,

en la noche más profunda es cuando existo.

Pero si algo de mí,

por minúsculo,

en un cuadro se requiere,

de puntillas me presento,

con mis destellos,

mis laberintos,

en rincones anido,

conquistando para ti la luz de mil nuevos días

y cambiando el curso de tu lienzo, de su historia

y si tú quieres,

de tus manos.