18.12.07

vida nueva (01)

Asumir las pérdidas.
Cómo envejecer.
Las arrugas aparecen con el tiempo
y pertenecen al otro,
y uno
lo sabe.
Ese mundo único,¿dónde ha ido?
Querer es saber perder
en la espesura
lo que llevas brillando en tus pupilas.

Reponerse de un amor no es posible.
Siempre quedarás moldeado por él, lo quieras permitir o no.
Las lágrimas sólo limpian
y no arrastran las penas que se llevan dentro.
Todo se pierde...
LA MEMORIA,
trampa mía,
trampa de Dios.
Me muevo por y entre tus elementos, los elegidos,
para sobrevivir
y reponerme,
siempre.
No hay otra manera.
Con -
tener.
Nunca fue fácil.
No lo sabía.

17.12.07

variétés (02)

¿De dónde vienen mis miedos?
¿De dónde vienes tú para quitármelos?

variétés (01)

Mi amor se abre como una flor
que te señala.

La casa y yo

La casa es el vestido que me quito por las mañanas
para salir a enfrentarme a tu mundo.

Atenas (02)

La sencillez de la ruina
es la grandiosidad de las creencias,
la ideología, la fe.

La búsqueda de la perfección
queda interrumpida por la incapacidad del ser humano - el ojo-,
que todo lo hace equivocado.
La perfección es de los dioses.

Y de dios es este instante.
Y nuestro.
Como una emoción recién desplegada.

16.12.07

Sombras ( 01)

La noche permite que se confundan las sombras.

Tú y yo, sombras de un mismo sueño,
nos adentramos en ella

para encontrarnos
o para confundirnos.

A-sombra-dos.


Dos.

15.12.07

Atenas (01) _ el vacío de las piedras

No hay nada aquí, en la Acrópolis,
-aunque el monte está lleno de visitantes-
salvo tú y yo,
tu recuerdo y mi cuerpo que lo contiene.

Mi emoción es más honda que estas estrías excavadas en el mármol.

11.12.07

La ciudad y yo

Te buscas en la ciudad, quieres saber quién eres. Escudriñas las calles, vagabundeas por ellas buscando tu nombre porque necesitas saber cómo llamarte ya que hasta entonces no te sentirás formar parte de este mundo, de ningún mundo. Quieres pertenecer a algún lugar. Eres tan libre que te sientes solo y totalmente perdido; tanta libertad te ha hecho dudar de todo, incluso de tu propia existencia. Nadas en un mar de soledad que no has elegido y del que no sabes salir.
Olfateas, tocas, escuchas, miras; sigues buscándote en las calles y en las plazas de este lugar, esperando que alguna de ellas te dé pistas sobre cual es el camino para llegar a casa, una señal, algún dato, incluso inventado, que te conduzca a algún sitio. Y ni tan siquiera eso encuentras.Unicamente hallas, la misma soledad en la que has nacido.
Ciudadano de tu mundo; la ciudad es tu calle y tu calle, tu casa, y tu casa es tu habitación y tu habitación tu almohada, y en ella duerme tu corazón. Ciudadano de tu existencia, vana y profunda, donde vayas llevas tu cosmos a cuestas. No puedes escapar de ti, porque tú lo eres todo. Estás inundado de tu propia esencia.
Y, sin embargo, no lo ves, no lo has visto nunca tan claro hasta aquél día; aquél día en el que, al asomarte por vez primera a un espejo, descubriste, anonadado, tu propia inmensidad.

8.12.07

Las ciudades invisibles

SOBRE EL LIBRO "LAS CIUDADES INVISIBLES" de Italo Calvino.


Las ciudades de Italo Calvino no son ciudades concebibles racionalmente sino ensoñaciones de ciudades que, deseadas en nuestra imaginación van dibujándose, perfilándose a cada palabra, con una sutileza tal, que acaban por presentársenos casi como lugares físicos reales en los que cierta vez creímos estar o anhelamos estar.

Una ciudad es un espacio indefinido en el que todo cabe, en el que todo puede suceder. Son intercambios, memorias, signos de un lenguaje, imágenes. Italo Calvino lo ha descubierto y ese es su gran secreto, y junto con sus dos grandes armas, su capacidad de soñar despierto y el lenguaje como medio de expresión, crea un Mundo de Ciudades - ilimitado, por cierto- al alcance de quien se deje guiar por su imaginación y sin miedo. Y es que uno presencia ante sí un sinfín de lugares ideales cuya hermosura radica en su propia naturaleza: se trata de ciudades bellas en sí mismas. Y no me refiero a su aspecto externo y físico puesto que muchas de ellas se conciben a veces oscuras, tortuosas o rudas. La belleza que poseen es una cualidad que subyace a todo lo que las conforma, aquélla que deriva de su esencia. Ciudades que nacen con una belleza particular inherente a ellas mismas. Como las mujeres. Como las mujeres soñadas. Quizá por ello me ha parecido que el autor escogió nombres de mujer para designar cada una de sus ciudades invisibles.
Pero invisibles, ¿por qué? Porque no se encuentran nunca, porque no se dejan ver en este mundo. Entonces, también todas ellas inalcanzables, intocables, increíbles, irreales. E inmortales por no existir. Todo lo que se desea intensamente, todo lo que un alma risueña inventa no existe todavía pero tiene la posibilidad de existir. He ahí donde radica su fuerza, nuestra fuerza, la que quiere transmitirnos el autor. En la posibilidad del ser, del llegar a ser algún día. Irene, Clarisa, Esmeraldina no eran pero llegaron un poco más lejos – a mí, al menos, o a lo mejor fui yo quien llegó hasta ellas -, en el momento en el que Italo Calvino las imaginó. Anteriormente, sí que no fueron nada.
En el pensamiento, algunas cosas viven más verídicas que en la propia realidad pues laten con la fuerza de nuestro deseo porque un día sucedan. Al “quien no busca, no encuentra”, creo que Italo corregiría por “quien no sueña, no encuentra”, o al menos, no lo que uno busca. En nuestros deseos como en estas ciudades, se puede vislumbrar un hilo de las aspiraciones del autor, un tanto ocultas entre la maraña de descripciones fantásticas de estos parajes. Un anhelo de magia para la ciudad de hoy en día, un deseo intenso de llenarlas con un poco de luz, de polvo de sueños. No es escribir sobre imposibles sino reclamar una cierta belleza escribiendo, describiendo. Con él, las ciudades gritan, con voz baja, lo que quieren ser: ciudades invisibles, y por contraste, por lo que se espantan: por ser ciudades invivibles.
A mi modo de ver, las ciudades invisibles no son cincuenta y cinco, sino más bien una sola en la que todas ellas pueden tener lugar, la que a todas ellas contiene: en ella, existe una Zaira para quien la desee, una Baucis para quien así la vive, una Olinda para quien de este modo la dibuja en su corazón y otras mil visiones de “la ciudad soñada” por cada uno, las que el autor nos invita a desvelar.

Me agrada saber que Italo Calvino no es arquitecto y menos aún urbanista. Es escritor de profesión y para mí inventor de ciudades. Los grandes proyectos de la vida son los que nacen en el alma de cada uno, los que se construyen con la voluntad del pensamiento y actuando desde la pasión. Da lo mismo ser pintor que ebanista, músico o notario; “soñar ciudad” es posible para todo aquél que vuela por encima- sobrevuela- la ciudad en que habita. Aprender a mirarlas es importante, descifrar sus misterios, recorrerlas, disfrutarlas –otra vez las mujeres -. Pero también se debe aprender a imaginarlas, a desear que sean otra cosa, algo que uno nunca pensó que pudieran llegar a ser. En lo que no se es y se anhela se encuentran muchas claves de lo que puede que un buen día acontezca. Me fascinaron siempre los utopistas: Ledoux, Fourier, Tomás Moro, Miquel Navarro, etc. Unos las dibujan, otros las esculpen, otros las describen, todos las sueñan a su manera. Existen infinitas maneras de “crear ciudad”, existen infinitas ciudades invisibles; sólo queda armarse de valor y aventurarse a descubrirlas. Algunos ya nos avisan de que ellas nos esperan.

Por debajo de este viaje a través de un mundo ficticio, he descubierto parte de mis preocupaciones, ciertas imágenes cercanas, sensaciones familiares que me revelan no estar tan lejos de estos parajes descritos. Siento que la línea que separa lo real de lo irreal se desplaza conforme leo y a veces creo ser yo, en lugar de Kublai Kan, quien escucha y es seducida por las narraciones de Marco Polo. Otras, sin embargo, oso, sin pretensión de igualar la magnificencia de tales relatos, imaginar para él, una ciudad invisible jamás visitada con anterioridad.